De verde, madre, de verde…
la he visto venir,
de esmeralda y jade
por el Guadalquivir.
De verde esperanza
despertó su alma
con esa templanza
que encendió mi llama.
Una centella es su mirada,
una hermosa hechicera,
con esa belleza callada
que tanto me altera.
De olivino y oro
se sentó junto a mí,
con su lindo tesoro
y su piel de jazmín.
Un lucero es su pelo
volando al viento
y surcando el cielo
con la brisa de mi aliento.
De verde manzana
venía su figura nacarada
con esa sonrisa lozana
tan tierna y enamorada.
Su silueta es una estrella
con un lindo resplandor
que dejó grabada su huella
en este tierno ruiseñor.
De luz, sol y nieve…
así es su cuerpo celeste
ese manjar que se mueve
sin que nadie se moleste.
Su corazón es mi destino,
ese tranquilo hogar
donde acaba el camino
de mi apasionado cantar.
Niña, eres la brisa de mi despertar….
Ese hada que me hizo soñar…
Con tu mirada, con el mar…
y con ese lugar donde poder descansar.
A.V. 28-8-12